Un baño tranquilizador.

Sabía que no podía estar por allí pero no me importaba, no había nadie y era lo suficientemente tarde como para que alguien diera vueltas por ese lugar, estaba libre. Siempre había querido darme un baño en el famoso "Baño de Prefectos" y la noche de hoy me había parecido magnifica para esa travesura. Llegar y entrar no fue ningún problema ya que usaba a la perfección el hechizo Dissaparate, el que me había enseñado mi padre en una oportunidad.

Abrí los grifos de agua y el sonoro rugido del agua llenando una enorme tina resonó en la oscuridad de la noche.Mientras esperaba que se llenase dejé la bata cerca de la tina y me desvestí delicadamente, ya cuando el agua estaba por encima de la mitad cerré el grifo y me sumergí en el agua. Se sintió gratificador y tranquilizante. Al contacto del agua mis músculos se relajaban de tal manera que sentía que no pesaba nada, era una pluma. Me sumergí por completo en el agua, intentando no pensar en nada, ni en las consecuencias que me traería encontrarme con alguien por allí, ni en todo lo que tenía que estudiar, ni en los nuevos amigos, tampoco en los viejos, ni en novio, ni en mi familia.

La noche estaba fresca y por el ventanal del baño podía ver como las gotas de lluvia se estampaban con fuerza contra este, con odio y repentina necesidad de entrar. Odiaba las noches de tormenta, eran las que más me costaba dormir por el hecho de que los terribles estruendos que pegaban los truenos me daban una sensación de inseguridad total. La lluvia se suponía que era tranquilizadora, y si, lo era pero solo cuando no habían rayos seguidos por sus estruendosos ruidos.

Tomé un cepillo que había al costado de la tina y peiné mi cabello mojado con delicadeza, concentrándome más en el brillo que de el emanaba que en cualquier otra cosa que pudiera llamar la atención de ese lugar. Era tranquilizador poder estar unos momentos a solas.