Fin de Semana en Venecia (Emma y Adrian +18)

Lo miré detenidamente cuando se sentaba a mi lado y tomaba de mis manos. Eso significaba que se venía algo así como un sermón. No sacó sus ojos de los míos lo que hizo que sus palabras llegaran a mi corazón, a lo más profundo de mi corazón, el cual estaba frenético. Los latidos aumentaba por cada palabra dicha, por cada gesto, por cada brillo en sus ojos.
Me quedé muda ante sus palabras ¿Cómo hacía él para poder abrir su corazón de tal manera de poder decirme todas esas cosas? ¿Cómo decirle yo que pensaba lo mismo? Era imposible, jamás había podido hablar bien de mis sentimientos, era muy cerrada y me costaba más de lo necesario abrirme.
Bajé la mirada por un momento pero luego volví a mirar sus ojos.
- Ya con que estés a mi lado me alcanza- sonreí.
Había tantas cosas que me habría gustado decir pero que se resumieron en esas palabras, tampoco quería hacer más cursi el momento, y es que me costaba tanto decir lo que sentía.

Sonreí y besé sus manos. Me levanté y me volví a sentar frente a ella.
Llegó el mesero y miré a Emma para que pidiera.
- ¿Qué vas a comer, amor? -Le pregunté.

Me dediqué a observar la gente a nuestro alrededor mientras Adrian volvía a su lugar, frente a mi.
No había mucha gente pero la poca que había era Muggle, hice una mueca y me fijé en el hombre que nos atendía para luego volver la vista a mi novio que me miraba esperando una respuesta.
- Spaghetti -sonreí mirándolo. Desde pequeña me habían dicho que las pastas de Italia eran las más ricas que podrías probar en toda tu vida, y ahora que tenía la oportunidad de probarlas, lo haría.
- Y un vaso de Coca Cola para beber- reí bajito sin sacar mis ojos de los suyos.

El chico asintió al escuchar el pedido de mi novia, y lo anotó en su libreta.
- Voglio un piatto di ravioli -Pedí en Italiano, el chico sonrió y volvió a anotar en su libreta. Se retiró y miré a Emma.
- Espero que estés a gusto aquí -Le sonreí. La verdad yo estaba muy a gusto, la tenía a ella para mi solito, eso era perfecto.

Sonreí mirándolo a los ojos.
- Si, lo estoy -me mordí el labio inferior.
- Espero que hables más seguido italiano -sonreí traviesa- Te ves muy bien cuando lo haces.
Corrí la mirada hacía la ventana para darle una nueva miranda a la ciudad. Era hermosa, impresionante.
- ¿ Vivías aquí antes de ir a Hogwarts? -murmuré para mirarlo de nuevo.

Sonreí, ¿Le había gustado?
- Si, viví con mis Tíos, un tiempo. -Murmuré.
La verdad es que no extrañaba vivir con ellos. Bueno, extrañaba a mi hermano menor... y alguna que otra vez, extrañaba la ciudad.
Miré mis manos en la mesa, mientra jugaba con ellas.
- Pero no aquí en Venecia... -Agregué.

- ¿Los extrañas?
Miré sus manos y luego volví la mirada hacía su rostro, el cuál estaba con la mirada hacía sus manos, lo que no me permitía ver sus ojos. Pensé que quinas mejor era cambiar de tema, no lo había visto comodo hablando de ello y me molestaba eso.
- Dime una cosa- sonreí traviesa y esperé que levantara la vista- ¿Cuál es tu color favorito? -reí bajito por el cambio radical del tema.

Me preguntó si los extrañaba, y la verdad no tenía ánimos de hablar sobre ese tema.
Estaba por contestarle, cuando ella me pidió que le dijera algo. Levanté la mirada, mirándola curioso, cuando me preguntó por mi color favorito.
Reí por lo bajo ante su pregunta.
- Es el azul marino. -Dije entre risas.
Llegó el mesero y dejó nuestros platos en la mesa. Luego se retiró pero sin antes decir "Buon Appetito".
Le hice seña con la cabeza, dándole gracias.
- Se ve delicioso... -Musité mirando mi plato de comida, la verdad es que tenía mucha hambre.

-Tu color favorito es el color que tienes que llevar siempre en el colegio, eso es bueno- levanté una ceja riendo.
Trajeron la comida y dejó los platos delante de cada uno, antes de irse dijo unas palabras en Italiano, que significaban buen apetito. Reí para mi al recordar que mi padre siempre me lo decía cuando era pequeña.
- Si, la verdad que si- reí bajito.
-Buon Appetito -intenté hablar en Italiano pero se escuchó más feo que cuando intentaba hablar muy seguido en Ingles.

La miré cuando intentó hablar en italiano, y reí por lo bajo.
- Te sale bien, amor. -Le dije con una sonrisa de medio lado.
Luego comencé a comer. De verdad que estaba deliciosa la comida.
Cuando acabamos de comer, pedí la cuenta, y pagué.
- ¿Quieres ir a algún lugar? ¿O nos vamos al hotel? -Le pregunté, mientras la ayudaba a levantarse de la silla, para salir del Restaurante.

La comida había estado fantástica, los rumores de que se comía bien en esa ciudad eran ciertos y me sentía bien al saberlo desde mi propia cuenta.
- Ya dije, hoy lo que tú quieras, mañana elijo yo -sonreí levantándome de la silla y tomando su mano entrelazándolas.

Entrelazó sus dedos con los míos. Salimos del Restaurante y caminamos en dirección al mar, que está en la mayor parte de la ciudad.
- Quiero llevarte a un lugar. -Le dije sonriendo, y mirándola a los ojos. Caminamos hasta donde se encontraba un Gondolero y le pagué.
Nos subimos a una Góndola, y obviamente ayudé a bajar a Emma, para que entrara en la Góndola sin dificultades.
Nos sentamos en ella y el Gondolero comenzó a remar, mostrándonos la hermosa y turística ciudad, iluminada también por la enorme luna.
- Espero que te guste. -Susurré en el oído de mi novia, y besé sus dulces labios.

Levanté ambas cejas mientras caminábamos hacía algún lugar, no sabía donde. Nos acercamos hacía un Gondolero y abrí los ojos como platos al darme cuenta de lo que el querría que hiciéramos. Dar un paseo por Venecia sobre el agua, más romántico que cualquier otra cosa en el planeta. ¿Por qué era tan tierno?
Adrian me ayudó a entrar a la Góndola y sentarme lo más comoda y tranquila posible y el se sentó al frente de mi. Reí nerviosa cuando el hombre empezó a remar y comenzamos un paseo por la ciudad, desde el agua, que nos mostraba el reflejo de todas las luces y todas las estrellas.
Acercó su rostro al mio y me susurró en el oído lo que hizo que se me erizara la piel. Sonreí correspondiendo el beso.
- Me encanta.

Sonreí. Ella miraba para todos lados, le había gustado.
Tomé sus manos, delicadamente.
- Iba a llevarte al hotel, pero no podía dejar de llevarte de paseo en Góndola. -Dije sonriendole. Si ella era feliz, yo era feliz. Si a ella le gustaba algo, a mi también.

Sonreí dulcemente y le dediqué una mirada dulce.
- Te amo -murmuré. Amaba decirle esas palabras, porque eran ciertas, las sentía. Lo amaba.
Le dí un beso dulce en los labios para luego volver a mirar a mi alrededor. Estaba en una de las ciudades más hermosas y románticas con el hombre que amaba y más feliz me hacía ¿Qué más podía pedir?

Sonreí y me acerqué a besar sus labios.
- Yo también te amo, mi bonita. -Susurré cerca de sus labios.
Me hacía completamente feliz, la amaba con todo lo que yo era.
Y aunque estar con ella pudiera hasta costarme la vida, no me importaba, no la dejaría.

-Me alegra escuchar eso- bromeé.
Miré de reojo al Gondolero y reí a carcajadas cuando vi que nos estaba mirando. A pesar de que era Muggle le sonreí, lo cuál me sorprendió. Volví la mirada a mi novio y sonreí aún riendo un poco.
- Tú bonita -resalté la parte de suya.

Reí al escuchar sus risas.
- Exacto, MI bonita. -Dije e inflé el pecho. Luego reí divertido. Miré al Gondolero y le asentí con la cabeza, él al instante captó mi idea.
Remó hasta la orilla, y salimos de la Góndola.
- Espero que te haya gustado. -Le dije a mi novia, dedicándole una de mis sonrisas, mientras que me despedía con un apretón de manos del Gondolero.
- Grazie. - Murmuré al Gondolero, y éste asintió con la cabeza.
Con mi novia caminamos hasta el hotel, y subimos a nuestro cuarto.

No tenía motivos pero no dejé de reír en todo el recorrido desde donde estábamos hasta el hotel. La expresión del hombre Muggle me había hecho mucha gracia, una mezcla de ternura con expresión de "Que chicos y que enamorados".
Cuando entramos a la habitación aún seguía riéndome un poco y ya me dolía el estómago de la risa. No podía parar y me ponía nerviosa.
- No puedo- seguí riendo- No puedo parar.

La miré y reí.
- ¿Tanta gracia te causó? -Reí a carcajadas y negué con la cabeza.
- Estas loquita -Murmuré riendo divertido, mientras la tomaba por la cintura.

- No- reí bajito- No sé porqué me río en este momento- sonreí aún riendo un poco.
Pasé mis manos por su cuello y entrelacé mis dedos en sus cabellos riendo.
- Porque tengo ganas de reír- sonreí mirándolo a los ojos.

- ¿Quieres reír aún más? -Le pregunté levantando una ceja.
No esperé a que contestara, cuando la tomé en brazos y la lancé a la cama, quedando sobre ella.
Comencé a hacerle cosquillas, riendo.
- Ahora si tienes un argumento para reír. - Dije entre risas, sin dejar de hacerle cosquillas

-Oye- grité a las carcajadas y empecé a intentar quitarlo de encima. Mis risas aumentaban aún más por cada cosquilla. - Basta- supliqué riendo y unas lágrimas se desprendieron de mis ojos- Basta por favor- reí.

Reía con ella, hasta que dejé de hacerle cosquillas y me recosté a su lado, riendo a carcajadas y tomando mi estomago.
- Me haces reír tanto -Dije sin parar de reír, y comencé a respirar hondo para dejar de reír.
- Perdón... ya no me río más -Intenté aguantar la risa, sin mucho éxito.

Intenté dejar de reír cuan el se acostó a mi lado, pero es que se me era inevitable, tenía un autentico ataque de risa.
Cuando ya me calmé un poco giré mi rostro para verlo.
- Me encanta escuchar tu risa- sonreí- No tienes que pedir perdón por algo que hace tan bien.
- ¿Sabias que cada vez que te ríes se limpian las neuronas?- levanté una ceja y reí aún más- O eso era lo que siempre me decía mi abuelo.